domingo, 3 de diciembre de 2017

Eugenio Montale
La lectura de un libro delicioso de Helena Attlee, El país donde florece el limonero. La historia de Italia y sus cítricos, me ha llevado hasta el poema que nos acompañará esta semana. El poeta italiano Eugenio Montale (1896-1981) es uno de los autores más destacados de la lírica italiana del siglo pasado. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1975. Destacó también por su actividad como traductor,  periodista y crítico musical. Esa afición por la música se refleja en su poesía de versos austeros, donde aspira a encontrar la singularidad de la existencia en momentos puntuales y en objetos cotidianos, como estos limones cuya luz y color nos devuelven a la esencia de la vida.

                        LOS LIMONES

Óyeme, los poetas laureados

se mueven solamente entre las plantas

de nombres poco usados: boj, ligustros o acantos.

Yo, para mí, amo las calles que conducen

a las herbosas zanjas donde en charcos

casi secos acechan los muchachos

alguna enjuta anguila:

los senderos que siguen los ribazos

bajan entre el penacho de las cañas

y llevan a los huertos, entre los limoneros.

Mejor si la algazara de los pájaros

se apaga devorada por el cielo:

más nítido se escucha el susurrar

de las ramas amigas al aire casi inmóvil,

y las sensaciones de este olor

que no sabe separarse del suelo

y llueve en el pecho una dulzura inquieta.

Aquí, de las pasiones apartadas

por milagro calla la guerra,

aquí también a los pobres nos toca nuestra parte

de riqueza

y es el olor de los limones.

Mira, en estos silencios en que las cosas

se abandonan y parecen muy próximas

a traicionar su último secreto,

a veces esperamos

descubrir un error de la Naturaleza,

el punto muerto del mundo, el eslabón perdido,

el hilo que al desenredarlo finalmente nos ponga

en el centro de una verdad.

La mirada sondea a su alrededor,

la mente indaga, concuerda, desune

en el perfume que se propaga

cuando más languidece el día.

Son los silencios en los que se ve

en cada sombra humana que se aleja

alguna perturbada Divinidad.

Mas desfallece la ilusión y el tiempo nos devuelve

a las ciudades rumorosas donde el azul se muestra

solamente a retazos, en lo alto, entre molduras.

Después, la lluvia cansa el suelo; se espesa

el tedio del invierno sobre las casas,

la luz se torna avara, amarga el alma.

Hasta que un día, a través de un portón mal cerrado,

entre los árboles de un patio

se nos aparece el amarillo de los limones,

y se deshiela el corazón

y retumban en nuestro pecho

sus canciones

las trompas de oro del esplendor solar.



 
                     I LIMONI
Ascoltami, i poeti laureati
si muovono soltanto fra le piante
dai nomi poco usati: bossi ligustri o acanti.
lo, per me, amo le strade che riescono agli erbosi
fossi dove in pozzanghere
mezzo seccate agguantanoi ragazzi
qualche sparuta anguilla:
le viuzze che seguono i ciglioni,
discendono tra i ciuffi delle canne
e mettono negli orti, tra gli alberi dei limoni.

Meglio se le gazzarre degli uccelli
si spengono inghiottite dall'azzurro:
più chiaro si ascolta il susurro
dei rami amici nell'aria che quasi non si muove,
e i sensi di quest'odore
che non sa staccarsi da terra
e piove in petto una dolcezza inquieta.
Qui delle divertite passioni
per miracolo tace la guerra,
qui tocca anche a noi poveri la nostra parte di ricchezza
ed è l'odore dei limoni.

Vedi, in questi silenzi in cui le cose
s'abbandonano e sembrano vicine
a tradire il loro ultimo segreto,
talora ci si aspetta
di scoprire uno sbaglio di Natura,
il punto morto del mondo, l'anello che non tiene,
il filo da disbrogliare che finalmente ci metta
nel mezzo di una verità.
Lo sguardo fruga d'intorno,
la mente indaga accorda disunisce
nel profumo che dilaga
quando il giorno piú languisce.
Sono i silenzi in cui si vede
in ogni ombra umana che si allontana
qualche disturbata Divinità.

Ma l'illusione manca e ci riporta il tempo
nelle città rurnorose dove l'azzurro si mostra
soltanto a pezzi, in alto, tra le cimase.
La pioggia stanca la terra, di poi; s'affolta
il tedio dell'inverno sulle case,
la luce si fa avara - amara l'anima.
Quando un giorno da un malchiuso portone
tra gli alberi di una corte
ci si mostrano i gialli dei limoni;
e il gelo dei cuore si sfa,
e in petto ci scrosciano
le loro canzoni
le trombe d'oro della solarità.
 
 
 
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario