sábado, 17 de junio de 2017

Jaime Gil de Biedma
Llegamos por fin al final de las clases. Desde que comencé a poner un poema cada semana de clase hace ya muchos años siguiendo la estela de Andrea Villarrubia ha sido Jaime Gil de Biedma el poeta que abre y cierra el curso. Así que ahora que llegamos al final de este primer año con blog tiene que ser él quien despida este periodo. Y que mejor poema que esta maravillosa celebración de la amistad para dar las gracias a todos aquellos que nos han seguido fielmente cada semana y a los nuevos amigos que hemos hecho. Feliz verano a todos y os esperamos en septiembre.

          Amistad a lo largo

Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.

                                       Mirad:
somos nosotros.

Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más:
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
-ésas que ya no dicen cosas-,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.

Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos con los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que nos sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.

Ay el tiempo! Ya todo se comprende.

 

 

domingo, 11 de junio de 2017

Francisco Brines
Francisco Brines es uno de los poetas más reconocidos de la generación de los cincuenta. De tradición mediterránea su poesía tiene un tono elegíaco en la  que los temas más frecuentes son el amor, el paso del tiempo y la muerte. Ese tono predomina en el poema que traemos esta semana, memoria de un pasado que se revive con nostalgia. La luz del verano inunda una vida que tiene sentido cuando se mira atrás a pesar de la erosión del tiempo transcurrido.

             Aquel verano de mi juventud

Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano
en las costas de Grecia?
¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?
Si pudiera elegir de todo lo vivido
algún lugar, y el tiempo que lo ata,
su milagrosa compañía me arrastra allí,
en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.

Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
no queda ya el recuerdo de días sucesivos
en esta sucesión mediocre de los años.
Hoy vivo esta carencia,
y apuro del engaño algún rescate
que me permita aún mirar el mundo
con amor necesario;
y así saberme digno del sueño de la vida.

De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,
saqueo avaramente
siempre una misma imagen:
sus cabellos movidos por el aire,
y la mirada fija dentro del mar.
Tan sólo ese momento indiferente.
Sellada en él, la vida.
 

domingo, 4 de junio de 2017

Elizabeth Bishop
La poeta norteamericana Elizabeth Bishop (1911-1979) es una figura difícil de clasificar en el ámbito de la poesía de su país. Pasó buena parte de su infancia en distintos lugares y eso provocó en ella un sentimiento de desarraigo que la llevó a abandonar Nueva York y recalar en Brasil, donde pasó más de catorce años y desarrolló su universo poético. En la poesía de Elizabeth Bishop encontramos el mundo cotidiano percibido sin sentimentalismo, descrito con sobriedad, pero al mismo tiempo iluminado desde una perspectiva que ahonda en los sentimientos. Es lo que ocurre con el poema que proponemos esta semana: empieza con pequeñas pérdidas para terminar con la desolación que supone saber  que vivir es el arte de aprender a perder.

                     ONE ART

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

– Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster

 

Un arte

El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aún más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.